Hay muchas maneras de vivir dentro de la tragedia
Sobre "La habitación de al lado" de Pedro Almodóvar
El ocaso de la vida siempre ha sido un terreno desconocido para todo ser viviente y la respuesta que se tiene ante ella llega a caer en desesperaciones mientras hay procesos que hacen más complicados el paso hacia la muerte. Es en esta cuestión que ronda la cabeza de Pedro Almodóvar hace algunos años y que con La habitación de al lado hace una simbiosis entre su arte y la muerte.
El deceso humano nunca ha sido ajeno en la filmografía del español. Desde un punto absurdo y melodramático en Mujeres al borde de un ataque de nervios, el inicio de Todo sobre mi madre o el antagonista sorpresa de La mala educación, siempre se utilizó este tema como recurso narrativo y estilístico. Sin embargo, ahora en esta reciente etapa de su carrera, más retrospectiva, como muchos directores Almodóvar cuestiona su propia existencia relacionada a su arte, donde la fragilidad humana está más presente y que, sin caer en melodramas lacrimógenos, da una mirada doble sobre la muerte.
Desde Ingrid que tiene un temor y repudio grande hacia ella donde el arte le permite canalizar este miedo y el de Martha que en contraste está más tranquila con la presencia del fin mientras tiene en cuenta los temores que puede ocasionar el dejar de vivir. Estas dos matices pueden representar bien dos estados de la vida de Almodóvar que juega con sus personajes y brinda no un debate, pero sí una conversación sobre la percepción que uno puede tener con la partida.
Por otro lado, también está la constante presencia en la imagen y relato del cine que formó a Almodóvar. Que haya sido su primera obra en inglés y con un elenco ajeno al acostumbrado, a diferencia de otros casos como La voz humana o Extraña forma de vida, aquí Pedro no fuerza su estilo para preservar su visión, sino que la encuentra mientras navega entre sus referentes como Douglas Sirk o el propio Alfred Hitchcock, tanto en la sensibilidad de los personajes como el acabado visual que hace reminiscencia a ese ritmo e imagen del Hollywood clásico. Pareciera como si Almodóvar, más que un homenaje, en este nuevo terreno paga una deuda con el cine que lo formó y donde también se encuentra su identidad.
En La habitación de al lado, se presenta lo tenso que resulta conversar sobre estos temas, pero también sorprende cómo el cineasta no tiene tapujos en comentarlos de manera natural y con actuaciones acorde a su tono característico. La cinta muestra finalmente a un Almodóvar que ya hace tiempo alcanzó una madurez cinematográfica y que ahora se mantiene reflexivo por su propia obra y su vida.